Las personas mayores se hacen dependientes,
pierden capacidades físicas, necesitan ayuda para su cuidado personal,
alimentación, evitar caídas, hacer actividades, aprender o reaprender… En
ocasiones expresan sus emociones mediante llanto, “rabietas” u otras conductas,
porque no saben, o más bien, no pueden, hacerlo de otra manera.
¿En qué sentido los mayores son como niños?
Si, los mayores son como niños si con eso nos
referimos a que necesitan paciencia, atención, cuidados, cariño, comprensión y
mucha, mucha habilidad para tratar con ellos. A veces necesitan que seamos un
poco autoritarios, algo paternalistas, para decirles lo que les conviene: “tómate
las pastillas para ponerte mejor”, “come, que así estarás más fuerte”,
“haz ejercicio, que así estarás sano y podrás moverte mejor“…
Recordad que ellos tienen una historia de vida y de
superación de dificultades, por lo que creer que familiares o cuidadores, lo
saben todo y los mayores tienen que obedecer en todo momento, es olvidarse de
lo que han sido.
¿Se trata erróneamente a los mayores como niños?
Hay opiniones sobre que el lenguaje
y trato infantil, como forma de
comunicarse con las personas mayores, sobre todo en situación de dependencia,
no es muy recomendable. Nos referimos a utilizar diminutivos en exceso, emplear
un tono de voz infantil, hablar continuamente en tono muy alto, no tener en
cuenta lo que dice la persona mayor, uso de muchos términos afectivos,
etc.
Es cierto que, en ocasiones, hay personas mayores que
requieren una adaptación de nuestro vocabulario y uso del lenguaje para
comunicarse mejor con ellos, como por ejemplo, hacer frases cortas y sencillas
si le cuesta procesar y comprender la información, utilizar términos cariñosos
o afectivos.
Pero imponer el criterio sin escuchar lo que
cuenta, tratarlo como si no fuera capaz de hacer nada por sí mismo aunque sea
dependiente, puede generar malestar en la persona mayor y potenciar una barrera
que dificulte su colaboración. Aunque sea dependiente, seguro que conserva capacidades
que puede aprovechar.
Es de suma importancia que el cuidador establezca una
relación de empatía con el mayor y conocer lo que siente en cada momento, lo
que hará que la ayuda sea más eficaz y de calidad. Con ello, el propio enfermo
proporciona la ayuda necesaria también. Siempre, claro está, entendiendo hasta
dónde puede llegar la persona a la que se cuida, qué es lo que puede comprender
y lo que no.
Se pueden utilizar frases cortas, gestos y movimientos y
refuerzos, sin olvidar que no se trata con un niño, que es una persona adulta
que, aunque ahora no nos pueda comprender del todo, su vida se ha desarrollado
de una manera normal hasta ahora. También es conveniente utilizar una
comunicación mediante el tacto, con gestos, de forma empática y afectiva.
Podemos concluir que los mayores son como niños en el
sentido de que requieren mucha, mucha atención, pero no en el sentido de
tratarlos como si las personas que se encargan de su cuidado fueran los adultos
responsables y ellos unos pequeños seres que necesitan ayuda para todo y que no
pueden hacer nada por sí mismos, cuando en realidad, tienen mucho que
enseñarnos.
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